La filatelia consiste en el interés por
coleccionar y clasificar sellos, sobres y
documentos postales de diversa naturaleza.
Los sellos ilustran los avatares históricos
de los pueblos a través de sus personajes
célebres, de la geografía, historia, arte
y especies de su flora y fauna nativas.
El primer coleccionista del que se tiene
noticia fue el doctor Gray, quien trabajaba
en el British Museum de Londres, y en
el año 1840 era dueño de los únicos sellos que existían hasta el momento; la colección
estaba conformada por el sello de
un penique negro y el de variedades de
plancha y color, y los distintos matasellos.
El origen del término filatelia proviene de
G. Herpin, un coleccionista francés que
en noviembre del año 1864 lo propuso al
periódico Le collectionneur de Timbres
Poste, de París. La palabra se compone
de los vocablos griegos philos, que quiere decir amante o amigo, y teles, que signi-
fica tributo o franquicia. Este término fue
incorporado en 1922 en el diccionario de
la Real Academia Española. La filatelia
es, entonces, la afición por generar un
conjunto de conocimientos en torno a los
sellos de correo como piezas de colección
hasta llegar a representar, con el paso del
tiempo, la categoría de objeto estético, tal
es el caso de pinturas y grabados especialmente
realizados en estampillas con fines
conmemorativos. Aunque se debe reconocer
que es la singularidad de un ejemplar
lo que eleva su valor comercial.
La Reina Victoria, cuyo perfil estaba en el
primer sello inglés, se mantuvo desde 1840
hasta 1901. Pero, ya en 1860 se efectuaban
con regularidad en las ciudades de
París y Londres las reuniones filatélicas, que permitieron en 1861 que el señor Francisco
Jorge Berger-Levrault hiciera público por
primera vez un catálogo que reunía su
propia colección. Las copias manuscritas
que repartió entre los asistentes permitían
saber qué sellos tenía y cuáles le faltaban.
Curiosamente, ese año también don Alfredo
Potiquet mostró su “Catálogo de sellos
de correos emitidos en los diversos Estados
del globo”, muestrario precursor de los
catálogos modernos de sellos. Pero fue en
1862 cuando el librero belga Jean Baptiste
C. Moens imprimió el primer “Manual del
coleccionista de sellos postales”. Con el tiempo, una serie de sucesos
comenzaron a generar cada vez mayor
interés en este fenómeno, lo que derivó
en que ocurrieran algunos cambios, como
que el número de coleccionistas aumentara
considerablemente; se hiciese compleja
la obtención de los primeros sellos,
debido al creciente interés de los que se
iban incorporando; la cantidad de valores
emitidos aumentara; el coleccionismo se
reglamentase y optimizara su trabajo. Del
mismo modo, la filatelia se divide en Filatelia
tradicional o clásica y Filatelia temática.
La tradicional o clásica organiza los sellos
de un país por orden cronológico y puede
reunirse por épocas, emisiones y estudios
específicos. La colección temática reúne
sellos postales, ya sea, por la imagen o el
motivo de la emisión.
Existen también colecciones que son
alternativas que se han posicionado con
el correr del tiempo. Así encontramos la
prefilatelia, que consiste en la colección
de piezas con marcas o signos postales anteriores
al sello postal, tales eran los casos
del estampado con timbres de metal
como la plata o el bronce; la aéreo-filatelia,
conformada por la colección de sellos
de correos en torno al tema de la aviación
y el correo aéreo; la historia postal, que
investiga la historia del correo y del servicio
postal, mediante sus expresiones filatélicas;
la colección de enteros postales, que
promueve el reunir sobres, tarjetas y fajas
postales timbradas. Entre los más grandes
coleccionistas de la historia se encuentra el Barón Philippe de la Renotiere von
Ferrari, que vivió entre los años 1848 y 1917.
Él llegó a reunir sellos rarísimos del mundo
entero y más tarde su colección se vendió,
en el año 1922, en más de 20 millones de
francos. Otros casos destacados son los de
Maurice Burrus y Carl Lindenberg, aunque
se destaca Arthur Hind, quien invirtió en los
años 20 más de dos millones de dólares en
sellos de primera categoría.
Entre los sellos más raros y deseados por
todo filatelista están los de un centavo de
Guayana Británica, actual Guyana, emitido
en el año 1856, y descubierto por el
estudiante L. Vernon Vaugham en 1873, y
que en la actualidad está en poder de un
consorcio norteamericano. El de Isla Mauricio,
de uno y dos peniques, emitido en el
año 1847 donde se lee Post office, en lugar de decir Post Paid, que era lo correcto. La
estampilla de 1845 que lleva la paloma Basilea,
el primer sello en el mundo impreso a
tres colores; el sello de tres chelines sueco
de 1855, único en su tipo y descubierto,
treinta años después. El sello rumano, del
Principado de Moldavia, conocido como
“cabezas de toro”, que fue emitido en
julio de 1858. El sello de Francia, del 10 de
enero de 1849, un franco bermellón, con el
perfil de Ceres, la diosa de la agricultura.
Un monumento a la Unión Postal Universal
fue inaugurado el 4 de octubre del año
1901 para conmemorar el vigésimo quinto
aniversario de la Unión Postal Universal. En
él puede verse sobre una roca, una mujer
que lleva en su mano el escudo de Berna.
En la cima de la roca, una columna de
nubes sostiene una esfera, alrededor de la cual cinco mujeres, que representan a los
cinco continentes, se entregan cartas. Este
monumento se erige en uno de los más
hermosos parques de Berna.
En América, fue Brasil el primer país en hacer
circular sellos de correos, en 1843. Finalmente
los “penny black” y “penny blue”
de Gran Bretaña fueron los primeros sellos
postales del mundo, aparecidos en mayo
de 1840. La Federación Internacional de
Filatelia, que fue fundada en París el 18 de
junio de 1926, es la institución más afamada
en relación al coleccionismo y cuenta con
la participación de 60 países. La federación
se encarga de velar que no surjan emisiones
fraudulentas, estimula a los filatelistas,
reglamenta la labor de los jurados internacionales
y regula todas las actividades. La
Sociedad Filatélica de Chile, fundada en
1889, es miembro de la FIF y de la Federación
Interamericana de Filatelia (FIAF).
Debido a que la filatelia era una afición
que había alcanzado bastantes seguidores
en los años 20 y 30, los coleccionistas
observaron la evolución del sistema de
correo aéreo detenidamente, pusieron
atención a los primeros vuelos y sus destinos,
y se dedicaron a conseguir las cartas
que viajaban entre ellos. Las autoridades
usaban normalmente sellos especiales en
su correspondencia, que era frecuente
además hacerla firmar por el piloto. Los dirigibles de la época también llevaban
correo aéreo, y muchos países emitieron
sellos postales especiales para su uso en
correo por zeppelin.
En el texto “Tienda de sellos”, podemos
leer que: “A quien revisa atados de correspondencia
vieja, un sello retirado de la
circulación hace ya tiempo y pegado en
algún sobre frágil, le dirá a menudo más
que docenas de páginas leídas. A veces
aparecen pegados en postales y uno no
sabe si despegarlos o guardar tal cual la
tarjeta, como la hoja de algún antiguo
gran maestro que tuviera en la cara y al
dorso dos dibujos distintos e igualmente
valiosos. (…) Quien ande tras los matasellos
deberá poseer, como detective, la filiación
de las oficinas de correos más sospechosas;
como arqueólogo, el arte de completar
el torso de los más ignotos topónimos, y,
como cabalista, el inventario de las fechas
de todo un siglo”.
Es importante considerar a la Aerofilatelia
como parte de la filatelia y como un arte
en sí. En esta área, una colección considera
documentos postales transportados por
el aire, y que contengan indicios de haber
volado. La disposición de una colección
de aerofilatelia deriva de su estructura,
siguiendo una propuesta básica que los
divide en cronológicos y geográficos. Y
por el medio de transporte utilizado, que
puede organizarse en paloma mensajera;
más ligeros que el aire, como los globos y
dirigibles; más pesados que el aire como el
paracaídas, velero y avión, y, finalmente,
cohetes. Valiosos resultan también aquellos objetos que testimonian el período de los
pioneros, tal es el caso de los transportes
aéreos, volados por otros medios cuando
los servicios postales no eran posibles.
Algunos de estos casos son los del correo
volado por el ejército durante la Primera
Guerra Mundial y en el período de la
posguerra, como el de Przemysl. También
figura el correo volado por palomas en la
Isla de la Gran Barrera y Marotini.
Cuenta el escritor Max Büttner en su libro
“Romanticismo de los sellos de correo”,
que una curiosa estampa se podía observar
en un sello de avión emitido en 1938
por el Vaticano, y que se contaba sobre
él una milagrosa historia. En ese sello se
veía una casa pequeña suspendida en el
aire, siendo transportada por seis ángeles
en vuelo. Sobre la casita se podía ver a
la Virgen con el Niño. Cuenta Büttner que
“según una vieja leyenda, esta casita,
donde vivió la joven María en Nazareth
y recibió la Anunciación del arcángel
Gabriel, fue arrebatada en una noche de
mayo del año 1291 por los ángeles, que la
trasladaron por los aires a Fiume, en Italia.
De allí desapareció tres años después, y
en diciembre de 1294 se le encontró de
nuevo en Loreto, que se convirtió en lugar
de romería de devotos peregrinos. En 1468
se construyó a su alrededor una gran iglesia
que la circundaba, y aún hoy el lugar
es visitado por muchos fieles”. Debido a
esta historia milagrosa y al vuelo aéreo de
la casa, la Virgen de Loreto es considerada
en el presente la patrona y protectora
de los aviadores. Otra historia que sorprende
en el libro de Max Büttner y que es
muy recordada por los coleccionistas, es
la de una misteriosa representación que
se hiciera en el año 1904, en una emisión de sellos serbios.
El timbre postal, que se
puso a la venta durante el centenario
de la liberación del dominio turco, tenía
dos imágenes; una era la del rey Pedro
y la otra mostraba al príncipe Karageorgewitsch.
La fama de los sellos trascendió
porque en ellos podía verse, al invertirlos,
una horrible máscara de muerto. Dice
Büttner que “En el verano de 1903, el rey
Alejandro I de Serbia y su esposa Draga
fueron muertos por los oficiales amotinados
y la dinastía Obrenowitsch fue eliminada,
volviendo al trono serbio la familia
Karageorgewitsch. Los sellos emitidos
poco tiempo antes del atentado, que aún
tenían la cabeza del rey asesinado, fueron
estampillados con un escudo que ocultaba
la cabeza del soberano. Entonces
se dio al acreditado dibujante francés de
sellos Eugène Mouchon, el encargo de
trazar sellos nuevos que debían representar
al nuevo rey Pedro I y a su antepasado
Karageorg. El grabador francés ejecutó
el pedido y cuando los sellos fueron
vendidos en las ventanillas de correos no
tardó en descubrirse invertida entre las
dos cabezas, la misteriosa cara mortuoria
que representaba el rostro del asesinado
Alejandro”.
El problema surgió así nuevamente
y se culpó al dibujante francés de
haber reproducido intencionalmente la
máscara, pero él negó la acusación, a
pesar de que todos suponían que había
sido sobornado por la madre del rey Alejandro
para que incluyera en los sellos de
su país esa imagen con la cabeza de su
hijo asesinado.
Así, lleno de leyendas sorprendentes, cada
sello recuerda un mundo e introduce una
mirada nueva, testimonia una época, o
une a los hombres en una cruzada singular:
la de reconstruir a través de este pequeño
trozo de papel, tanto la verdadera historia
del hombre, como la imaginería propia de
cada país que paralelamente recrea su
historia una y otra vez.
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